Imaginemos un circulo invisible
que nos rodea como sociedad, al interior de este circulo lo vamos a llamar “zona tranquila”. Esta “zona tranquila” es
donde convenientemente uno se debe ubicar para tener lo que comúnmente se llama
una vida normal, o al menos así fue pensado. A medida que crecemos se nos van
imponiendo ciertas reglas que debemos tomar como correctas, lo que hay que
hacer para ser normal. Estas reglas
nos las imponen en la escuela, en los hospitales, y en todo tipo de
instituciones, pero principalmente nos las inculcan nuestros padres. Pero
nuestros padres no hacen otra cosa que trasladarnos lo que ellos mismos
aprendieron (o les impusieron) sobre estas reglas para permanecer en la
aparente estabilidad de la “zona tranquila”, y esto va pasándose de generación
en generación. Cuando hacemos algo fuera de esta “zona tranquila” recibimos un
llamado de atención, por lo general de algún ser cercano a nosotros (obviamente
de una persona que se maneja dentro de la zona en cuestión). No solo nos dicen
que debemos movernos dentro de esta “zona tranquila” sino que nos trasladan sus
miedos a moverse fuera de ella. Ni hablar si cuestionamos algo sobre la “zona
tranquila”, ahí es donde vemos como la defienden a uñas y dientes, hasta
parecer que no les fue impuesta, sino que todo es una idea personal, es por eso
que funciona tan bien. Para vivir dentro de la “zona tranquila” debemos cumplir
con varios requisitos, pero básicamente debemos hacer cosas que sean
consideradas normales por el resto de la sociedad. Una persona dentro de la
“zona tranquila” trabaja, paga impuestos, se atiende en clínicas u hospitales
(de acuerdo a su poder adquisitivo), estudia (o al menos lo intenta), consume
cosas que van mucho mas allá de lo necesario para vivir, respeta ciertas reglas
de convivencia ciudadana, compra o alquila un lugar donde vivir, práctica una
religión (aunque cada vez son menos), etc, etc, etc. La “zona tranquila”
obviamente se fue adaptando a los tiempos que corren, ya que si fuese más
rígida generaría mayor cantidad de personas fuera de ella. Tener hijos fuera
del matrimonio hace medio siglo era estar fuera de la “zona tranquila”, cosa
que hoy en día no sucede. De hecho si nos remontamos a unos siglos atrás la
vida dentro de la “zona tranquila” era diferente en bastantes puntos a la
actual. Mientras hagamos cosas dentro de la “zona tranquila” nadie nos va a
cuestionar, ahora ante lo primero que hagamos fuera de sus límites, vamos a ser
señalados y nos van a exigir explicaciones. Si en vez de comprar, heredar o
alquilar un lugar para vivir, simplemente lo tomamos y lo ocupamos, seguramente
vamos a recibir quejas por parte de las personas que si pagaron o pagan durante
años un lugar como exige el código de convivencia de la “zona tranquila”, ya
que si nosotros hacemos lo que ellos no pueden, van a tratar de boicotearnos y
decir que no es posible, sacarán todas sus armas para no aceptar lo estúpidos
que están siendo pagando por algo que otro puede tomar gratuitamente. Hay una
premisa infaltable para vivir en la estabilidad de la “zona tranquila” y esto
es no hacerse preguntas. O sea, no preguntarse por qué pagar muchísimo dinero
para tener un pedazo de tierra en nuestro planeta sino que seguir pagando. Los
¿Por qué? Son las preguntas que mas enfadan a las personas que viven en la
“zona tranquila”. ¿Por qué compraste eso sino lo necesitas? ¿Por qué tomás
tanta medicación habiendo tantas plantas curativas? ¿Por qué salen tan caras
esas zapatillas si el costo es de un dólar por par? ¿Por qué el costo es de un
dólar? Estas y miles de preguntas mas. Por lo general los que nos movemos fuera
de la “zona tranquila” somos personas que nos preguntamos mucho: ¿Por qué? A mi
esa pregunta me llevó a dejar de tener cuenta en un banco, dejar de tener un
trabajo en el que gano mas de lo que necesito para comer, dejar de consumir
medicamentos, dejar de comprar ropa o cualquier cosa que no sea alimento, dejar
de comer ciertos alimentos porque me enteré de que están hechos. Todo esto
gracias a una simple pregunta. Estar fuera de la “zona tranquila”, (donde todo
esta orquestado), es empezar a vivir la vida a la manera que a uno realmente le
parece. Porque esa es otra cuestión, la gente dentro de la “zona tranquila”
cree que es dueño de su vida cuando hasta el mas mínimo detalle de lo que hace
ya fue pensado por otro. Uno se puede creer original por comprarse tal par de
zapatillas, pero no solo fue pensado por otro el hecho de que la gente compre
esas zapatillas, también fueron pensadas para que el que las compre se vaya a
su casa pensado en lo original fue al hacerlo. Los alimentos, los espectáculos
de cualquier tipo, los medicamentos, todo absolutamente todo dentro de la “zona
tranquila” fue pensado con anterioridad. O sea, en la “zona tranquila” uno
puede tener hambre, tener ganas de divertirse un rato o enfermarse siempre y
cuando sacie esta “necesidad” con cosas que se brindan dentro de dicha zona.
Ahora si a uno se le ocurre por ejemplo, sanarse con medicina natural pasa a
estar fuera de los límites de la “zona tranquila” y seguramente las personas
dentro de ella nos dirán que estamos locos. Peor aún si uno decide parir un
hijo en su propia casa, seguramente nos dirán que estamos arriesgando su vida y
que es mucho mas sano tenerlo en un hospital donde hacen cesáreas por cualquier
motivo. Si dentro de la “zona tranquila” se dice que esta bien vacunarse, todos
se vacunan y ven al que no lo hace como un irresponsable, lo que nunca se
preguntan es de que está hecha esa vacuna y como es posible que haya mucha
gente que no vacunó nunca y sin embargo son muy sanos. ¿Pero quién marca los
límites de la “zona tranquila”? Los límites los imponen los poderosos, lideres
políticos, religiosos o simplemente corporativos, todos ellos por lo general lo
hacen a través de los medios de comunicación. Me cuesta creer como no nos damos
cuenta de que estamos siendo manipulados, viviendo una vida dentro de un
sistema que se nutre de nuestra energía. Antes al menos era mas obvio, con el látigo
o con el fúsil, ahora es mucho mas sutil pero no menos peligroso. Somos
esclavos de la “zona tranquila”, nos venden tranquilidad y bienestar para que
no nos hagamos muchas preguntas, consumamos todo lo posible y nos muramos sin
haber vivido ni un minuto libres de verdad.
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