Imaginemos un circulo invisible
que nos rodea como sociedad, al interior de este circulo lo vamos a llamar “zona tranquila”. Esta “zona tranquila” es
donde convenientemente uno se debe ubicar para tener lo que comúnmente se llama
una vida normal, o al menos así fue pensado. A medida que crecemos se nos van
imponiendo ciertas reglas que debemos tomar como correctas, lo que hay que
hacer para ser normal. Estas reglas
nos las imponen en la escuela, en los hospitales, y en todo tipo de
instituciones, pero principalmente nos las inculcan nuestros padres. Pero
nuestros padres no hacen otra cosa que trasladarnos lo que ellos mismos
aprendieron (o les impusieron) sobre estas reglas para permanecer en la
aparente estabilidad de la “zona tranquila”, y esto va pasándose de generación
en generación. Cuando hacemos algo fuera de esta “zona tranquila” recibimos un
llamado de atención, por lo general de algún ser cercano a nosotros (obviamente
de una persona que se maneja dentro de la zona en cuestión). No solo nos dicen
que debemos movernos dentro de esta “zona tranquila” sino que nos trasladan sus
miedos a moverse fuera de ella. Ni hablar si cuestionamos algo sobre la “zona
tranquila”, ahí es donde vemos como la defienden a uñas y dientes, hasta
parecer que no les fue impuesta, sino que todo es una idea personal, es por eso
que funciona tan bien. Para vivir dentro de la “zona tranquila” debemos cumplir
con varios requisitos, pero básicamente debemos hacer cosas que sean
consideradas normales por el resto de la sociedad. Una persona dentro de la
“zona tranquila” trabaja, paga impuestos, se atiende en clínicas u hospitales
(de acuerdo a su poder adquisitivo), estudia (o al menos lo intenta), consume
cosas que van mucho mas allá de lo necesario para vivir, respeta ciertas reglas
de convivencia ciudadana, compra o alquila un lugar donde vivir, práctica una
religión (aunque cada vez son menos), etc, etc, etc. La “zona tranquila”
obviamente se fue adaptando a los tiempos que corren, ya que si fuese más
rígida generaría mayor cantidad de personas fuera de ella. Tener hijos fuera
del matrimonio hace medio siglo era estar fuera de la “zona tranquila”, cosa
que hoy en día no sucede. De hecho si nos remontamos a unos siglos atrás la
vida dentro de la “zona tranquila” era diferente en bastantes puntos a la
actual. Mientras hagamos cosas dentro de la “zona tranquila” nadie nos va a
cuestionar, ahora ante lo primero que hagamos fuera de sus límites, vamos a ser
señalados y nos van a exigir explicaciones. Si en vez de comprar, heredar o
alquilar un lugar para vivir, simplemente lo tomamos y lo ocupamos, seguramente
vamos a recibir quejas por parte de las personas que si pagaron o pagan durante
años un lugar como exige el código de convivencia de la “zona tranquila”, ya
que si nosotros hacemos lo que ellos no pueden, van a tratar de boicotearnos y
decir que no es posible, sacarán todas sus armas para no aceptar lo estúpidos
que están siendo pagando por algo que otro puede tomar gratuitamente. Hay una
premisa infaltable para vivir en la estabilidad de la “zona tranquila” y esto
es no hacerse preguntas. O sea, no preguntarse por qué pagar muchísimo dinero
para tener un pedazo de tierra en nuestro planeta sino que seguir pagando. Los
¿Por qué? Son las preguntas que mas enfadan a las personas que viven en la
“zona tranquila”. ¿Por qué compraste eso sino lo necesitas? ¿Por qué tomás
tanta medicación habiendo tantas plantas curativas? ¿Por qué salen tan caras
esas zapatillas si el costo es de un dólar por par? ¿Por qué el costo es de un
dólar? Estas y miles de preguntas mas. Por lo general los que nos movemos fuera
de la “zona tranquila” somos personas que nos preguntamos mucho: ¿Por qué? A mi
esa pregunta me llevó a dejar de tener cuenta en un banco, dejar de tener un
trabajo en el que gano mas de lo que necesito para comer, dejar de consumir
medicamentos, dejar de comprar ropa o cualquier cosa que no sea alimento, dejar
de comer ciertos alimentos porque me enteré de que están hechos. Todo esto
gracias a una simple pregunta. Estar fuera de la “zona tranquila”, (donde todo
esta orquestado), es empezar a vivir la vida a la manera que a uno realmente le
parece. Porque esa es otra cuestión, la gente dentro de la “zona tranquila”
cree que es dueño de su vida cuando hasta el mas mínimo detalle de lo que hace
ya fue pensado por otro. Uno se puede creer original por comprarse tal par de
zapatillas, pero no solo fue pensado por otro el hecho de que la gente compre
esas zapatillas, también fueron pensadas para que el que las compre se vaya a
su casa pensado en lo original fue al hacerlo. Los alimentos, los espectáculos
de cualquier tipo, los medicamentos, todo absolutamente todo dentro de la “zona
tranquila” fue pensado con anterioridad. O sea, en la “zona tranquila” uno
puede tener hambre, tener ganas de divertirse un rato o enfermarse siempre y
cuando sacie esta “necesidad” con cosas que se brindan dentro de dicha zona.
Ahora si a uno se le ocurre por ejemplo, sanarse con medicina natural pasa a
estar fuera de los límites de la “zona tranquila” y seguramente las personas
dentro de ella nos dirán que estamos locos. Peor aún si uno decide parir un
hijo en su propia casa, seguramente nos dirán que estamos arriesgando su vida y
que es mucho mas sano tenerlo en un hospital donde hacen cesáreas por cualquier
motivo. Si dentro de la “zona tranquila” se dice que esta bien vacunarse, todos
se vacunan y ven al que no lo hace como un irresponsable, lo que nunca se
preguntan es de que está hecha esa vacuna y como es posible que haya mucha
gente que no vacunó nunca y sin embargo son muy sanos. ¿Pero quién marca los
límites de la “zona tranquila”? Los límites los imponen los poderosos, lideres
políticos, religiosos o simplemente corporativos, todos ellos por lo general lo
hacen a través de los medios de comunicación. Me cuesta creer como no nos damos
cuenta de que estamos siendo manipulados, viviendo una vida dentro de un
sistema que se nutre de nuestra energía. Antes al menos era mas obvio, con el látigo
o con el fúsil, ahora es mucho mas sutil pero no menos peligroso. Somos
esclavos de la “zona tranquila”, nos venden tranquilidad y bienestar para que
no nos hagamos muchas preguntas, consumamos todo lo posible y nos muramos sin
haber vivido ni un minuto libres de verdad.
martes, 23 de diciembre de 2014
La comodidad
La comodidad estanca, nos quita
movimiento no solo en lo mundano sino también en niveles más profundos de
nuestra existencia. Cuando uno esta incómodo tiende a buscar la comodidad pero
este proceso suele ser engorroso, por el contrario aceptar la incomodidad y no
renegar de su existencia nos mantiene vivos y evolucionando. Aceptar la
incomodidad no significa no hacer nada para modificarla, sino que cambiar lo
que haya que cambiar pero disfrutar del proceso y de la falta de cosas. Todos
queremos tener electricidad en nuestra casa, pero si en algún momento no
tenemos es mucho mas sano aceptar esto y experimentar lo que toca que acumular
enojos hasta que vuelva la corriente. Estar incómodo no es realmente estar
incomodo, sino que uno decide estar incómodo. ¿Cual es el límite para la
comodidad? Cada uno lo decide de acuerdo a lo que su ego pretende o sus
tradiciones se lo imponen. Para un occidental de clase alta el mínimo de
comodidades en una casa esta lejos de lo que podría soñar un afgano promedio.
Pero el afgano es más probable que este conforme con lo poco que tiene, antes
de que el rico diga “no quiero más”. Porque los limites no existen cuando la
mente a través del ego nos domina. Cuando uno tiene la conciencia despierta la
incomodidad deja de existir, porque para estar incomodo con lo exterior primero
hay que estar incomodo interiormente, y si uno elige cambiar ese interior a
través de la búsqueda de la comodidad externa nunca llena ese maldito vacío. En
resumen, si uno está encaminado en su misión, nunca va a estar incómodo porque
nunca va estar vacío.
Ignorancia voluntaria
La ignorancia voluntaria es el
hecho de no querer saber algo a propósito, o simplemente elegir creer en lo que
nos dicen sin hacer más averiguaciones. Esta ignorancia voluntaria es una pieza
fundamental en el funcionamiento del sistema de consumo actual. Elegimos no
saber que hay detrás de todo lo que consumimos para poder seguir consumiendo
sin preocupaciones. Basta una buena presentación y una linda publicidad para
que decidamos consumir algo. Pero nos equivocamos al creer en lo que nos dicen
sin hacernos preguntas. Hay muchas corporaciones que a fuerza de publicidad
lograron que millones de personas crean en sus productos, y los paguen bien
caros. Desde una coca cola con sus elevadísimas cantidades de azúcar hasta una
camiseta de fútbol hecha por un niño en China la cual pagamos una fortuna. No nos
importa que tenga la gaseosa mientras sea rica o quién hizo la camiseta
mientras nos quede bonita. Simplemente compramos y no preguntamos porque así es
como el sistema que nos tiene en su bolsillo nos manda. Y cuando alguien
cercano a nosotros empieza a cuestionarse lo descalificamos porque no queremos
escuchar nada que perjudique nuestro consumir diario. Suiza es un claro ejemplo
de una sociedad que vive plenamente la ignorancia voluntaria, porque es un país
donde la gente no ensucia las calles, no hay robos, y todo funciona como esta
planeado. Sin embargo, Suiza no solo es un país rico por la venta de relojes y
chocolates, sino que es donde gran parte del dinero sucio del mundo es alojado
y en secreto. Un secreto que a ningún suizo le gusta escuchar.
La energia del cuerpo
El cuerpo humano cuenta con
cierta cantidad de energía, que en cada uno es diferente. Lo que es igual para
todos, es el hecho de que nuestra energía se genera y administra a través de la
conciencia. Somos seres de energía consciente, aunque no seamos conscientes de
esto. Uno puede hacer un gasto mas grande de energía sentado en una computadora
que corriendo por el parque. Para tener una buena cantidad de energía
disponible necesitamos tener claridad mental, claridad para no malgastar
energía en cosas inútiles. La claridad mental se logra con disciplina: para
comer, para elegir que hacer cada día, para hablar, para hacer lo mejor posible
cada cosa que se hace. Pero la disciplina más importante es la que hay que
tener para seguir los impulsos de vida que nos atraviesan y proponen una vida
ideal para cada uno. Cada uno tiene impulsos diferentes pero todos los tenemos.
Para poder escucharlos hay que tener disciplina, sentarse a escucharlos,
limpiar nuestra mente, llevarla al vacío para así poder llenarla sin prejuicios
ni dudas. Y si uno se toma la vida como un sueño, en la idea de que lo “peor” que
nos puede pasar es despertarnos en una cama. Si realmente creemos que la muerte
no es mas que un despertar, la vida puede tomarse de una manera mas sana, sin
enojos, sin tristeza, sin sufrimientos, y tantas cosas que en un sueño,
conciente de que se esta soñando, no tendrían sentido. En los sueños uno no
pierde tiempo mirando televisión, ni pasa horas en una oficina para juntar
dinero. Por lo general en un sueño uno vive sensaciones extremas, muchas veces
mágicas y de apariencia irreal. La vida puede ser lo mismo, y lo mas cómico de
todo es que si uno se la toma así realmente las cosas, como en los sueños, se
obtienen sin el menor esfuerzo y en el momento justo. La vida también puede ser
una pesadilla, y hay veces que tiene que ver mucho en esto razones externas.
Para mi, una pesadilla se diferencia de un sueño mas que nada por la
repetición. En las pesadillas uno se queda atrancado en un lugar donde algo se
repite constantemente y uno ocupa su cabeza en ello sin poder hacer nada para
cambiarlo. Esa repetición se transforma en pesadilla, en un sueño del que no
somos dueños, un sueño que no elegimos. Pero si uno toma conciencia y empieza a
hacerse cargo de su propio sueño, puede moldearlo a su medida, compartiendo
todo, que no es mas que nada. Apuntar la energía para hacer todo lo posible
para empezar a tener conciencia de ser, conciencia de que estamos de paso y que
todo esto pasa y lo mejor que uno puede hacer es vivir consciente de esto.
El Miedo
El miedo nos gobierna, no solo
influye en la mayoría de decisiones importantes que tomamos en nuestra vida,
sino que nos genera ansiedad, angustia, sufrimiento y tantas otras emociones
negativas para nuestra vida. Para mi tener miedo es una decisión personal en la
mayoría de veces que lo sentimos. El miedo solo es real cuando nos está
sucediendo algo en este instante, si nos apuntan con un arma es probable que
sintamos un miedo real, un estado de alerta absoluto en nuestro cuerpo. Pero
casi siempre el miedo es una creación de nuestra mente y eso no nos deja ser
felices. Por miedo a cosas que supuestamente pueden pasar, y que por lo general
nunca nos pasan, perdemos tiempo, energía y dejamos de disfrutar el presente.
Por miedo pagamos un seguro por nuestras cosas materiales, olvidando que las
cosas materiales no existen realmente y que si confiamos en la providencia,
jamás nos va a faltar. Por miedo pagamos por medicina prepaga y nos olvidamos
que la salud del cuerpo depende directamente de cuanto caso le estemos haciendo
a nuestra conciencia, de cómo estemos vibrando. Y no es casualidad que nos
metan miedo por los medios de comunicación, una sociedad con miedo esta
insatisfecha y entonces consume mas para poder llenar ese vacío sin fondo que
solo se llena con la falta de miedo. Sin miedo a nada somos felices, y se puede
ser feliz. ¿Por qué tenemos miedo? Porque pensamos más allá de este momento. Si
simplemente vivimos con intensidad el segundo en el que estamos, sin pensar en
el pasado o el futuro, el miedo deja de existir. Salvo que este en peligro
nuestra vida ahora, pero estas situaciones son para la mayoría de nosotros, muy
pocas o ninguna en los años que pasamos en la tierra. Sin embargo, por miedo a
algo que no existe dejamos de lado nuestros sueños, eso que sabemos que tenemos
que hacer pero no nos animamos. Las generaciones anteriores a la nuestra
también tenían miedo, entonces eso es lo que heredamos, y sin darnos cuenta, al
tener miedo vibramos bajo. Y cuando la masa de gente vibra bajo y con miedo,
las cosas que nos dan miedo terminan sucediendo, porque eso es lo que estamos
esperando. Si pago por un seguro medico, inconsciente o conscientemente quiero
que me pase algo que justifique ese gasto, o directamente voy al médico solo
para que me revise. Pero desde el momento que pagamos por si se deteriora
nuestra salud, estamos invitando a que nos pase algo malo. Porque la salud del
cuerpo es un reflejo de nuestra conciencia, o lo que algunos llaman alma. Si
estamos guardando algo que queremos decir o si no aceptamos lo que nos toca
vivir nos enfermamos. Si negamos lo que nos pasa nos negamos a la vida, y si
nuestra alma se niega a la vida nuestro cuerpo lo asimila. Cuando estamos
inmersos en una situación de vida que no nos agrada tenemos varias opciones:
negarla, cambiarla, huir de ella o aceptarla. Cuando la negamos es cuando
sufrimos, o nos enojamos o nos deprimimos, porque no estamos aceptando que lo que
pasa es lo que es. Hay veces en que podemos cambiarla, y no lo hacemos, pero si
esta a nuestro alcance tenemos que hacerlo. Cuando no podemos cambiarla,
podemos huir de ella, pero es una forma de no hacerse cargo de lo que nos toca
vivir, aunque en casos extremos es
entendible, como huir de una guerra. Pero la clave en la mayoría de las
situaciones que nos desagradan es aceptar lo que es sucede tal cual es. Desde
perder un colectivo hasta la muerte de un ser querido. La aceptación es la
clave para poder vivir enteramente el presente sin dejar lugar a los
pensamientos negativos, ya que estos no van a solucionar nada. El que acepta lo
que le toca vivir es la persona madura, la que se hace cargo ante todo de lo
que le sucede. Si utilizamos mucho tiempo de nuestro día para recordar lo que
vivimos o pensar en lo que haremos, es porque no tenemos conexión con el
presente, y siempre lo que pasó o lo que pasará es mejor. Y así vivimos un
presente que no existe, que simplemente es una eterna espera de lo que vendrá o
un constante recuerdo de lo que fue. No se puede vivir nada fuera del ahora,
sino es ahora ya no es. Gastamos fortunas, tiempo planeando, para lograr
pequeños ratos de presente, de esos momentos en que somos plenos: un recital de
música, unas vacaciones en la playa o un partido de fútbol. Pequeños momentos
de ahora que compramos después de resignar cantidades enormes de presente. Pero
todos esos ratos de plenitud se acaban, y entonces resignamos nuevamente días y
días sin vivir el presente plenamente para comprar otro rato de ahora. Gastamos
fortunas en cosas que no necesitamos pero que nos brindar un pequeño rato de
presente pleno. Lo que no estamos viendo, es que ese presente pleno existe mas
allá de todas estas cosas, uno puede estar plenamente disfrutando del ahora sin
necesidad de incentivos externos. Si esto
suena imposible es porque nuestro ego nos esta dominando, en este momento no
somos conciencia, sino que nuestra mente nos gobierna en lugar de ser una
herramienta mas de nuestra conciencia. La mente es la que tiene miedo, la
conciencia no. La mente va a morir junto con el cuerpo, por eso nuestro ego nos
pide que acumulemos cosas en esta vida, que nos preocupemos por nuestra salud
corporal antes de la espiritual. El ego hace que busquemos satisfacciones
superficiales, nos distrae y no nos deja ser libres. Cuando me refiero a ser
libres, me refiero a ser pura conciencia, que es lo que vamos a volver a ser
cuando dejemos el cuerpo. El miedo no existe sino queremos que exista. Para
tener miedo hay que estar pensando en algo que nos de miedo. ¿Te está
sucediendo algo que realmente te haga tener miedo en este momento? Sin pensar
la respuesta seguramente sea no. Ahora si nos ponemos a pensar en lo que vimos
en televisión ayer, o lo que nos contaron el otro día, o traemos a la mente
cualquier pensamiento negativo puede que aparezca algo de miedo. Está es una
buena forma de darse cuenta que el miedo no existe, sino que necesita que
nosotros lo traigamos a nuestra mente. Todo esto radica en que nos olvidamos que
esta vida es solo un momento dentro de la eternidad en la que estamos
sumergidos. Que este cuerpo es solo una forma que tomamos por un pequeño lapso
de tiempo. Si realmente vislumbráramos la realidad de lo que somos, el miedo no
sería mas que una anécdota de tiempos pasados, aunque probablemente en ese
momento, no vamos a pensar más en él
porque vamos a estar viviendo plenamente el presente.
El Camino
Todas las personas que
experimentaron una situación extrema, es decir, donde su vida o la de algún ser
cercano corría riesgo, entenderán si digo que las cosas materiales no valen
nada. Por lo general en ese tipo de situaciones hacemos una escala de valores
que no es demasiado similar a la diaria, ya que al vernos en peligro lo único
que importa es estar bien y vivo. A una persona que le dieron días de vida no
creo que le importe si el cartero le entrega tarde ese maravilloso objeto
comprado por internet ni creo que un suicida en el aire se ponga mal al divisar
desde su vuelo como le roban el stereo del auto, es decir, lo material pierde
valor cuando nuestro “yo” orgánico se ve en riesgo de ser abandonado por
nuestro “yo” espiritual. Cuando nuestro “yo” de carne ve que está cerca de
empezar a descomponerse se olvida de los placeres y los lujos, porque se da
cuenta que en realidad el “yo” que importaba en el asunto era el otro, el
inorgánico. Vivimos olvidándonos que cada segundo puede ser el último, y esto
no es ser fatalista, porque mueren todos los días personas de todas las edades.
Si uno realmente esta convencido que la conciencia trasciende lo orgánico y
continúa existiendo después de lo que conocemos por “vida”, debería poder vivir
la vida con plena tranquilidad y dando lo mejor de sí para el bienestar de los
demás. Con los demás me refiero a todas aquellas personas que la vida nos pone
en el camino, y con dar lo mejor por ellos no solo me refiero a dar una ayuda
material, sino que también brindar una versión plena de uno mismo. En algunos
casos puede ser decir unas palabras de aliento, en otros una simple mirada a
los ojos y hay veces que hay que compartir el techo con un extraño. No me caben
dudas de que si todos viviéramos así, la tierra sería un lugar muy diferente.
Dar todo lo que uno tiene también significa recibir todo lo que uno necesita en
el momento que lo necesita. Es decir que, si uno se ocupa de dar no debe
preocuparse por lo que quiere tener. Primero porque naturalmente uno deja de
querer cuando empieza a dar todo, querer cosas en un mundo donde lo mejor que
le puede a uno pasar es dar, suena un poco ridículo. Entonces, si uno da, sin
esperar nada recibe todo, y todo es exactamente lo que uno necesita, no lo que
se quiere ni lo que anhela, sino simplemente lo que necesita. Si en cambio, uno
se preocupa por tener lo que quiere, probablemente no reciba lo que necesita, ni
tampoco lo van a recibir las personas que se crucen él o ella. Si uno utiliza
su tiempo para conseguir cosas materiales utiliza su tiempo en vano, porque las
cosas materiales que uno realmente necesita, llegan solas si se confía en que
van a llegar. Pero uno no puede saber que es lo que le va a llegar, porque por
general los humanos confundimos lo que necesitamos con lo que nos dicen que
necesitamos o por lo que creemos que necesitamos. La vida puede ser muy fácil
de vivir si uno simplemente acepta las cosas que le suceden como lo que uno
necesita en ese momento. Lo que necesitamos puede ser millones de cosas desde
un golpe en la cabeza o ganarnos una
rifa hasta que nuestro cuerpo muera. Pero las cosas no funcionan si uno se
queda sentado en la puerta de su casa esperando que le llueva comida, para
empezar no hay que olvidarse de dar, no solo cosas sino todo nuestro ser. Suena
difícil y es difícil, pero a medida que
uno lo práctica resulta cada vez más sencillo. En este camino, hay varios
“peligros” o tentaciones que debemos esquivar, sean materiales o no. Las cosas
materiales pasaron a ser la gran distracción de la actualidad, el creer que
vamos a estar mejor teniendo más o mejores cosas, el consumo es el ídolo que se
adora en estos tiempos. Siempre queremos algo más, todo para callar a ese “yo”
espiritual que nos pide que le brindemos nuestra energía en lugar de gastarla
en conseguir el dinero para poder seguir consumiendo. ¿Qué pasaría si algún día
no tuviésemos nada de lo que tenemos? Si uno cree que seria infeliz, debería ir
acostumbrándose porque de acá no nos llevamos nada. Nos enfermamos por orden de
nuestro “yo” espiritual que al ver que nuestra vida esta malgastándose intenta
llamar la atención a través de nuestro cuerpo, y si no oímos sus avisos, que
por lo general son varios, abandona el cuerpo como quien se le esta incendiando
la casa. Cuando nos enfermamos, tenemos que cambiar para curarnos, no solo
nuestras costumbres alimenticias, sino cambiar el rumbo de nuestra vida. Si uno
está realmente de espíritu (no solo en apariencia), dando todo a los demás y
siendo la mejor versión de uno mismo, difícilmente se enferme, claro que puede
morir, que en estos casos no sería mas que un premio, una misión cumplida. Si
le tenemos miedo a la muerte es porque algo no estamos haciendo bien en la
vida, por lo general es porque estamos siguiendo a nuestro ego que nos inventa
necesidades en lugar de abrir los brazos para recibir todo lo que necesitamos.
Si uno cree que las cosas le salen mal, o que tiene una especial mala suerte,
no es más que un problema de aceptación de lo que nos toca. “Estoy meado por un
dinosaurio” me dijo hace poco un amigo que venía de pasar una serie de eventos
desafortunados, en realidad tuvo una serie de oportunidades de aceptar lo que
le tocaba que el despreció quejándose de
ellas. Probablemente si el primer hecho de la lista hubiese sido tomado con
aceptación y humildad, sin sentirse “ofendido” con el universo, el segundo
hecho jamás hubiese existido. ¿Qué sucede por ejemplo con la gente que vive en
malas condiciones o en la pobreza absoluta? Para mí ahí es donde se ve mas
claro lo que nuestro egoísmo genera, no solo esto, el sistema en que vivimos
necesita de ellos como fuente fundamental de energía para que sigamos
consumiendo. En las villas y zonas excluidas está el reflejo de cómo esta la
sociedad hoy en día, esos lugares existen porque hay demasiados egos queriendo
cosas y conciencias dispuestas a saciarlos. Aunque en general la gente vive con
más solidaridad en lugares pobres que en lugares de ricos. Donde hay menos
cosas hay mas conciencia, porque difícilmente haya lugar para ambos. Si se
acumulan cosas es mas que nada por falta de conciencia. Que equivocados estamos
cuando pensamos que con políticas o estrategias económicas vamos a resolver
algo, porque cuando pensamos que resolver algo es ampliar el margen de consumo
de la población estamos errados. ¿Cómo va a ser algo bueno que más población se
sumerja en el mar consumista y cegador?
Al contrario, un buen gobierno bajaría los niveles de consumo, no
obligando a la gente sino convenciéndola, diciéndoles la verdad. Si todos
diéramos todo, probablemente nadie tendría más que nadie, no por obligación,
sino por voluntad propia. Con “dar todo” me refiero a dar todo, y se puede
empezar dando lo que no se este utilizando en este momento, pero si se alcanza
un nivel mas alto de fe en el universo, uno puede dar todas sus pertenencias,
ya que si uno “vibra” con fe no va a tener necesidad alguna. Pero debemos ser
todos, si uno solo no lo hace la armonía se rompe. El comunismo nunca funcionó,
entre otras cosas, porque los gobernantes siempre tuvieron más que el resto. El
capitalismo da rienda suelta a unos pocos egos que quieren mucho y lo tienen,
seguidos de unos egos que también quieren mucho pero tienen poco, entonces
viven en desgracia, haciendo todo lo posible por tener un poco mas. Si tienen
las herramientas y conocen las artimañas para generar dinero dentro del sistema
lo hacen, sino agarran un arma y lo toman de otro modo. De hecho se llegó al
punto de que se consume sin siquiera quererlo, sino de manera automática.
Cuando tenemos algo guardado porque creemos que lo necesitamos o que en algún
momento lo vamos a necesitar, probablemente le estamos negando una necesidad
real a otra persona, que precisa eso en este preciso momento. Todo este egoísmo
lo podemos ver demostrado físicamente en nuestro planeta, que se degrada día a
día, no por casualidad esta degradación creció palmo a palmo con idealización
del consumo. Así vamos mal, se nota en el malestar de la gente, en el malestar
del planeta y en el bienestar de los egos. La ecuación de cambio es muy simple,
no querer nada, dar lo que se tiene y aceptar lo que nos toca. Estoy
profundamente convencido de que si uno vive así esta en el camino correcto,
pero esto no es un sálvese-quien-pueda como el mundo capitalista-consumista, al
contrario lo más importante de todo es ayudar y dar todo para que todos veamos
el camino, y de la mano caminemos para el mismo lado. El día en que los ricos y
los que quieran tener cosas sean los marginales, vamos a estar en el umbral de
la era del nuevo hombre.
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