La comodidad estanca, nos quita
movimiento no solo en lo mundano sino también en niveles más profundos de
nuestra existencia. Cuando uno esta incómodo tiende a buscar la comodidad pero
este proceso suele ser engorroso, por el contrario aceptar la incomodidad y no
renegar de su existencia nos mantiene vivos y evolucionando. Aceptar la
incomodidad no significa no hacer nada para modificarla, sino que cambiar lo
que haya que cambiar pero disfrutar del proceso y de la falta de cosas. Todos
queremos tener electricidad en nuestra casa, pero si en algún momento no
tenemos es mucho mas sano aceptar esto y experimentar lo que toca que acumular
enojos hasta que vuelva la corriente. Estar incómodo no es realmente estar
incomodo, sino que uno decide estar incómodo. ¿Cual es el límite para la
comodidad? Cada uno lo decide de acuerdo a lo que su ego pretende o sus
tradiciones se lo imponen. Para un occidental de clase alta el mínimo de
comodidades en una casa esta lejos de lo que podría soñar un afgano promedio.
Pero el afgano es más probable que este conforme con lo poco que tiene, antes
de que el rico diga “no quiero más”. Porque los limites no existen cuando la
mente a través del ego nos domina. Cuando uno tiene la conciencia despierta la
incomodidad deja de existir, porque para estar incomodo con lo exterior primero
hay que estar incomodo interiormente, y si uno elige cambiar ese interior a
través de la búsqueda de la comodidad externa nunca llena ese maldito vacío. En
resumen, si uno está encaminado en su misión, nunca va a estar incómodo porque
nunca va estar vacío.
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