martes, 23 de diciembre de 2014

La zona tranquila

Imaginemos un circulo invisible que nos rodea como sociedad, al interior de este circulo lo vamos a llamar  “zona tranquila”. Esta “zona tranquila” es donde convenientemente uno se debe ubicar para tener lo que comúnmente se llama una vida normal, o al menos así fue pensado. A medida que crecemos se nos van imponiendo ciertas reglas que debemos tomar como correctas, lo que hay que hacer para ser normal. Estas reglas nos las imponen en la escuela, en los hospitales, y en todo tipo de instituciones, pero principalmente nos las inculcan nuestros padres. Pero nuestros padres no hacen otra cosa que trasladarnos lo que ellos mismos aprendieron (o les impusieron) sobre estas reglas para permanecer en la aparente estabilidad de la “zona tranquila”, y esto va pasándose de generación en generación. Cuando hacemos algo fuera de esta “zona tranquila” recibimos un llamado de atención, por lo general de algún ser cercano a nosotros (obviamente de una persona que se maneja dentro de la zona en cuestión). No solo nos dicen que debemos movernos dentro de esta “zona tranquila” sino que nos trasladan sus miedos a moverse fuera de ella. Ni hablar si cuestionamos algo sobre la “zona tranquila”, ahí es donde vemos como la defienden a uñas y dientes, hasta parecer que no les fue impuesta, sino que todo es una idea personal, es por eso que funciona tan bien. Para vivir dentro de la “zona tranquila” debemos cumplir con varios requisitos, pero básicamente debemos hacer cosas que sean consideradas normales por el resto de la sociedad. Una persona dentro de la “zona tranquila” trabaja, paga impuestos, se atiende en clínicas u hospitales (de acuerdo a su poder adquisitivo), estudia (o al menos lo intenta), consume cosas que van mucho mas allá de lo necesario para vivir, respeta ciertas reglas de convivencia ciudadana, compra o alquila un lugar donde vivir, práctica una religión (aunque cada vez son menos), etc, etc, etc. La “zona tranquila” obviamente se fue adaptando a los tiempos que corren, ya que si fuese más rígida generaría mayor cantidad de personas fuera de ella. Tener hijos fuera del matrimonio hace medio siglo era estar fuera de la “zona tranquila”, cosa que hoy en día no sucede. De hecho si nos remontamos a unos siglos atrás la vida dentro de la “zona tranquila” era diferente en bastantes puntos a la actual. Mientras hagamos cosas dentro de la “zona tranquila” nadie nos va a cuestionar, ahora ante lo primero que hagamos fuera de sus límites, vamos a ser señalados y nos van a exigir explicaciones. Si en vez de comprar, heredar o alquilar un lugar para vivir, simplemente lo tomamos y lo ocupamos, seguramente vamos a recibir quejas por parte de las personas que si pagaron o pagan durante años un lugar como exige el código de convivencia de la “zona tranquila”, ya que si nosotros hacemos lo que ellos no pueden, van a tratar de boicotearnos y decir que no es posible, sacarán todas sus armas para no aceptar lo estúpidos que están siendo pagando por algo que otro puede tomar gratuitamente. Hay una premisa infaltable para vivir en la estabilidad de la “zona tranquila” y esto es no hacerse preguntas. O sea, no preguntarse por qué pagar muchísimo dinero para tener un pedazo de tierra en nuestro planeta sino que seguir pagando. Los ¿Por qué? Son las preguntas que mas enfadan a las personas que viven en la “zona tranquila”. ¿Por qué compraste eso sino lo necesitas? ¿Por qué tomás tanta medicación habiendo tantas plantas curativas? ¿Por qué salen tan caras esas zapatillas si el costo es de un dólar por par? ¿Por qué el costo es de un dólar? Estas y miles de preguntas mas. Por lo general los que nos movemos fuera de la “zona tranquila” somos personas que nos preguntamos mucho: ¿Por qué? A mi esa pregunta me llevó a dejar de tener cuenta en un banco, dejar de tener un trabajo en el que gano mas de lo que necesito para comer, dejar de consumir medicamentos, dejar de comprar ropa o cualquier cosa que no sea alimento, dejar de comer ciertos alimentos porque me enteré de que están hechos. Todo esto gracias a una simple pregunta. Estar fuera de la “zona tranquila”, (donde todo esta orquestado), es empezar a vivir la vida a la manera que a uno realmente le parece. Porque esa es otra cuestión, la gente dentro de la “zona tranquila” cree que es dueño de su vida cuando hasta el mas mínimo detalle de lo que hace ya fue pensado por otro. Uno se puede creer original por comprarse tal par de zapatillas, pero no solo fue pensado por otro el hecho de que la gente compre esas zapatillas, también fueron pensadas para que el que las compre se vaya a su casa pensado en lo original fue al hacerlo. Los alimentos, los espectáculos de cualquier tipo, los medicamentos, todo absolutamente todo dentro de la “zona tranquila” fue pensado con anterioridad. O sea, en la “zona tranquila” uno puede tener hambre, tener ganas de divertirse un rato o enfermarse siempre y cuando sacie esta “necesidad” con cosas que se brindan dentro de dicha zona. Ahora si a uno se le ocurre por ejemplo, sanarse con medicina natural pasa a estar fuera de los límites de la “zona tranquila” y seguramente las personas dentro de ella nos dirán que estamos locos. Peor aún si uno decide parir un hijo en su propia casa, seguramente nos dirán que estamos arriesgando su vida y que es mucho mas sano tenerlo en un hospital donde hacen cesáreas por cualquier motivo. Si dentro de la “zona tranquila” se dice que esta bien vacunarse, todos se vacunan y ven al que no lo hace como un irresponsable, lo que nunca se preguntan es de que está hecha esa vacuna y como es posible que haya mucha gente que no vacunó nunca y sin embargo son muy sanos. ¿Pero quién marca los límites de la “zona tranquila”? Los límites los imponen los poderosos, lideres políticos, religiosos o simplemente corporativos, todos ellos por lo general lo hacen a través de los medios de comunicación. Me cuesta creer como no nos damos cuenta de que estamos siendo manipulados, viviendo una vida dentro de un sistema que se nutre de nuestra energía. Antes al menos era mas obvio, con el látigo o con el fúsil, ahora es mucho mas sutil pero no menos peligroso. Somos esclavos de la “zona tranquila”, nos venden tranquilidad y bienestar para que no nos hagamos muchas preguntas, consumamos todo lo posible y nos muramos sin haber vivido ni un minuto libres de verdad.

La comodidad

La comodidad estanca, nos quita movimiento no solo en lo mundano sino también en niveles más profundos de nuestra existencia. Cuando uno esta incómodo tiende a buscar la comodidad pero este proceso suele ser engorroso, por el contrario aceptar la incomodidad y no renegar de su existencia nos mantiene vivos y evolucionando. Aceptar la incomodidad no significa no hacer nada para modificarla, sino que cambiar lo que haya que cambiar pero disfrutar del proceso y de la falta de cosas. Todos queremos tener electricidad en nuestra casa, pero si en algún momento no tenemos es mucho mas sano aceptar esto y experimentar lo que toca que acumular enojos hasta que vuelva la corriente. Estar incómodo no es realmente estar incomodo, sino que uno decide estar incómodo. ¿Cual es el límite para la comodidad? Cada uno lo decide de acuerdo a lo que su ego pretende o sus tradiciones se lo imponen. Para un occidental de clase alta el mínimo de comodidades en una casa esta lejos de lo que podría soñar un afgano promedio. Pero el afgano es más probable que este conforme con lo poco que tiene, antes de que el rico diga “no quiero más”. Porque los limites no existen cuando la mente a través del ego nos domina. Cuando uno tiene la conciencia despierta la incomodidad deja de existir, porque para estar incomodo con lo exterior primero hay que estar incomodo interiormente, y si uno elige cambiar ese interior a través de la búsqueda de la comodidad externa nunca llena ese maldito vacío. En resumen, si uno está encaminado en su misión, nunca va a estar incómodo porque nunca va estar vacío.

Ignorancia voluntaria

La ignorancia voluntaria es el hecho de no querer saber algo a propósito, o simplemente elegir creer en lo que nos dicen sin hacer más averiguaciones. Esta ignorancia voluntaria es una pieza fundamental en el funcionamiento del sistema de consumo actual. Elegimos no saber que hay detrás de todo lo que consumimos para poder seguir consumiendo sin preocupaciones. Basta una buena presentación y una linda publicidad para que decidamos consumir algo. Pero nos equivocamos al creer en lo que nos dicen sin hacernos preguntas. Hay muchas corporaciones que a fuerza de publicidad lograron que millones de personas crean en sus productos, y los paguen bien caros. Desde una coca cola con sus elevadísimas cantidades de azúcar hasta una camiseta de fútbol hecha por un niño en China la cual pagamos una fortuna. No nos importa que tenga la gaseosa mientras sea rica o quién hizo la camiseta mientras nos quede bonita. Simplemente compramos y no preguntamos porque así es como el sistema que nos tiene en su bolsillo nos manda. Y cuando alguien cercano a nosotros empieza a cuestionarse lo descalificamos porque no queremos escuchar nada que perjudique nuestro consumir diario. Suiza es un claro ejemplo de una sociedad que vive plenamente la ignorancia voluntaria, porque es un país donde la gente no ensucia las calles, no hay robos, y todo funciona como esta planeado. Sin embargo, Suiza no solo es un país rico por la venta de relojes y chocolates, sino que es donde gran parte del dinero sucio del mundo es alojado y en secreto. Un secreto que a ningún suizo le gusta escuchar.

La energia del cuerpo

El cuerpo humano cuenta con cierta cantidad de energía, que en cada uno es diferente. Lo que es igual para todos, es el hecho de que nuestra energía se genera y administra a través de la conciencia. Somos seres de energía consciente, aunque no seamos conscientes de esto. Uno puede hacer un gasto mas grande de energía sentado en una computadora que corriendo por el parque. Para tener una buena cantidad de energía disponible necesitamos tener claridad mental, claridad para no malgastar energía en cosas inútiles. La claridad mental se logra con disciplina: para comer, para elegir que hacer cada día, para hablar, para hacer lo mejor posible cada cosa que se hace. Pero la disciplina más importante es la que hay que tener para seguir los impulsos de vida que nos atraviesan y proponen una vida ideal para cada uno. Cada uno tiene impulsos diferentes pero todos los tenemos. Para poder escucharlos hay que tener disciplina, sentarse a escucharlos, limpiar nuestra mente, llevarla al vacío para así poder llenarla sin prejuicios ni dudas. Y si uno se toma la vida como un sueño, en la idea de que lo “peor” que nos puede pasar es despertarnos en una cama. Si realmente creemos que la muerte no es mas que un despertar, la vida puede tomarse de una manera mas sana, sin enojos, sin tristeza, sin sufrimientos, y tantas cosas que en un sueño, conciente de que se esta soñando, no tendrían sentido. En los sueños uno no pierde tiempo mirando televisión, ni pasa horas en una oficina para juntar dinero. Por lo general en un sueño uno vive sensaciones extremas, muchas veces mágicas y de apariencia irreal. La vida puede ser lo mismo, y lo mas cómico de todo es que si uno se la toma así realmente las cosas, como en los sueños, se obtienen sin el menor esfuerzo y en el momento justo. La vida también puede ser una pesadilla, y hay veces que tiene que ver mucho en esto razones externas. Para mi, una pesadilla se diferencia de un sueño mas que nada por la repetición. En las pesadillas uno se queda atrancado en un lugar donde algo se repite constantemente y uno ocupa su cabeza en ello sin poder hacer nada para cambiarlo. Esa repetición se transforma en pesadilla, en un sueño del que no somos dueños, un sueño que no elegimos. Pero si uno toma conciencia y empieza a hacerse cargo de su propio sueño, puede moldearlo a su medida, compartiendo todo, que no es mas que nada. Apuntar la energía para hacer todo lo posible para empezar a tener conciencia de ser, conciencia de que estamos de paso y que todo esto pasa y lo mejor que uno puede hacer es vivir consciente de esto.

El Miedo

El miedo nos gobierna, no solo influye en la mayoría de decisiones importantes que tomamos en nuestra vida, sino que nos genera ansiedad, angustia, sufrimiento y tantas otras emociones negativas para nuestra vida. Para mi tener miedo es una decisión personal en la mayoría de veces que lo sentimos. El miedo solo es real cuando nos está sucediendo algo en este instante, si nos apuntan con un arma es probable que sintamos un miedo real, un estado de alerta absoluto en nuestro cuerpo. Pero casi siempre el miedo es una creación de nuestra mente y eso no nos deja ser felices. Por miedo a cosas que supuestamente pueden pasar, y que por lo general nunca nos pasan, perdemos tiempo, energía y dejamos de disfrutar el presente. Por miedo pagamos un seguro por nuestras cosas materiales, olvidando que las cosas materiales no existen realmente y que si confiamos en la providencia, jamás nos va a faltar. Por miedo pagamos por medicina prepaga y nos olvidamos que la salud del cuerpo depende directamente de cuanto caso le estemos haciendo a nuestra conciencia, de cómo estemos vibrando. Y no es casualidad que nos metan miedo por los medios de comunicación, una sociedad con miedo esta insatisfecha y entonces consume mas para poder llenar ese vacío sin fondo que solo se llena con la falta de miedo. Sin miedo a nada somos felices, y se puede ser feliz. ¿Por qué tenemos miedo? Porque pensamos más allá de este momento. Si simplemente vivimos con intensidad el segundo en el que estamos, sin pensar en el pasado o el futuro, el miedo deja de existir. Salvo que este en peligro nuestra vida ahora, pero estas situaciones son para la mayoría de nosotros, muy pocas o ninguna en los años que pasamos en la tierra. Sin embargo, por miedo a algo que no existe dejamos de lado nuestros sueños, eso que sabemos que tenemos que hacer pero no nos animamos. Las generaciones anteriores a la nuestra también tenían miedo, entonces eso es lo que heredamos, y sin darnos cuenta, al tener miedo vibramos bajo. Y cuando la masa de gente vibra bajo y con miedo, las cosas que nos dan miedo terminan sucediendo, porque eso es lo que estamos esperando. Si pago por un seguro medico, inconsciente o conscientemente quiero que me pase algo que justifique ese gasto, o directamente voy al médico solo para que me revise. Pero desde el momento que pagamos por si se deteriora nuestra salud, estamos invitando a que nos pase algo malo. Porque la salud del cuerpo es un reflejo de nuestra conciencia, o lo que algunos llaman alma. Si estamos guardando algo que queremos decir o si no aceptamos lo que nos toca vivir nos enfermamos. Si negamos lo que nos pasa nos negamos a la vida, y si nuestra alma se niega a la vida nuestro cuerpo lo asimila. Cuando estamos inmersos en una situación de vida que no nos agrada tenemos varias opciones: negarla, cambiarla, huir de ella o aceptarla. Cuando la negamos es cuando sufrimos, o nos enojamos o nos deprimimos, porque no estamos aceptando que lo que pasa es lo que es. Hay veces en que podemos cambiarla, y no lo hacemos, pero si esta a nuestro alcance tenemos que hacerlo. Cuando no podemos cambiarla, podemos huir de ella, pero es una forma de no hacerse cargo de lo que nos toca vivir, aunque en casos  extremos es entendible, como huir de una guerra. Pero la clave en la mayoría de las situaciones que nos desagradan es aceptar lo que es sucede tal cual es. Desde perder un colectivo hasta la muerte de un ser querido. La aceptación es la clave para poder vivir enteramente el presente sin dejar lugar a los pensamientos negativos, ya que estos no van a solucionar nada. El que acepta lo que le toca vivir es la persona madura, la que se hace cargo ante todo de lo que le sucede. Si utilizamos mucho tiempo de nuestro día para recordar lo que vivimos o pensar en lo que haremos, es porque no tenemos conexión con el presente, y siempre lo que pasó o lo que pasará es mejor. Y así vivimos un presente que no existe, que simplemente es una eterna espera de lo que vendrá o un constante recuerdo de lo que fue. No se puede vivir nada fuera del ahora, sino es ahora ya no es. Gastamos fortunas, tiempo planeando, para lograr pequeños ratos de presente, de esos momentos en que somos plenos: un recital de música, unas vacaciones en la playa o un partido de fútbol. Pequeños momentos de ahora que compramos después de resignar cantidades enormes de presente. Pero todos esos ratos de plenitud se acaban, y entonces resignamos nuevamente días y días sin vivir el presente plenamente para comprar otro rato de ahora. Gastamos fortunas en cosas que no necesitamos pero que nos brindar un pequeño rato de presente pleno. Lo que no estamos viendo, es que ese presente pleno existe mas allá de todas estas cosas, uno puede estar plenamente disfrutando del ahora sin necesidad de incentivos externos.  Si esto suena imposible es porque nuestro ego nos esta dominando, en este momento no somos conciencia, sino que nuestra mente nos gobierna en lugar de ser una herramienta mas de nuestra conciencia. La mente es la que tiene miedo, la conciencia no. La mente va a morir junto con el cuerpo, por eso nuestro ego nos pide que acumulemos cosas en esta vida, que nos preocupemos por nuestra salud corporal antes de la espiritual. El ego hace que busquemos satisfacciones superficiales, nos distrae y no nos deja ser libres. Cuando me refiero a ser libres, me refiero a ser pura conciencia, que es lo que vamos a volver a ser cuando dejemos el cuerpo. El miedo no existe sino queremos que exista. Para tener miedo hay que estar pensando en algo que nos de miedo. ¿Te está sucediendo algo que realmente te haga tener miedo en este momento? Sin pensar la respuesta seguramente sea no. Ahora si nos ponemos a pensar en lo que vimos en televisión ayer, o lo que nos contaron el otro día, o traemos a la mente cualquier pensamiento negativo puede que aparezca algo de miedo. Está es una buena forma de darse cuenta que el miedo no existe, sino que necesita que nosotros lo traigamos a nuestra mente. Todo esto radica en que nos olvidamos que esta vida es solo un momento dentro de la eternidad en la que estamos sumergidos. Que este cuerpo es solo una forma que tomamos por un pequeño lapso de tiempo. Si realmente vislumbráramos la realidad de lo que somos, el miedo no sería mas que una anécdota de tiempos pasados, aunque probablemente en ese momento,  no vamos a pensar más en él porque vamos a estar viviendo plenamente el presente. 

El Camino

Todas las personas que experimentaron una situación extrema, es decir, donde su vida o la de algún ser cercano corría riesgo, entenderán si digo que las cosas materiales no valen nada. Por lo general en ese tipo de situaciones hacemos una escala de valores que no es demasiado similar a la diaria, ya que al vernos en peligro lo único que importa es estar bien y vivo. A una persona que le dieron días de vida no creo que le importe si el cartero le entrega tarde ese maravilloso objeto comprado por internet ni creo que un suicida en el aire se ponga mal al divisar desde su vuelo como le roban el stereo del auto, es decir, lo material pierde valor cuando nuestro “yo” orgánico se ve en riesgo de ser abandonado por nuestro “yo” espiritual. Cuando nuestro “yo” de carne ve que está cerca de empezar a descomponerse se olvida de los placeres y los lujos, porque se da cuenta que en realidad el “yo” que importaba en el asunto era el otro, el inorgánico. Vivimos olvidándonos que cada segundo puede ser el último, y esto no es ser fatalista, porque mueren todos los días personas de todas las edades. Si uno realmente esta convencido que la conciencia trasciende lo orgánico y continúa existiendo después de lo que conocemos por “vida”, debería poder vivir la vida con plena tranquilidad y dando lo mejor de sí para el bienestar de los demás. Con los demás me refiero a todas aquellas personas que la vida nos pone en el camino, y con dar lo mejor por ellos no solo me refiero a dar una ayuda material, sino que también brindar una versión plena de uno mismo. En algunos casos puede ser decir unas palabras de aliento, en otros una simple mirada a los ojos y hay veces que hay que compartir el techo con un extraño. No me caben dudas de que si todos viviéramos así, la tierra sería un lugar muy diferente. Dar todo lo que uno tiene también significa recibir todo lo que uno necesita en el momento que lo necesita. Es decir que, si uno se ocupa de dar no debe preocuparse por lo que quiere tener. Primero porque naturalmente uno deja de querer cuando empieza a dar todo, querer cosas en un mundo donde lo mejor que le puede a uno pasar es dar, suena un poco ridículo. Entonces, si uno da, sin esperar nada recibe todo, y todo es exactamente lo que uno necesita, no lo que se quiere ni lo que anhela, sino simplemente lo que necesita. Si en cambio, uno se preocupa por tener lo que quiere, probablemente no reciba lo que necesita, ni tampoco lo van a recibir las personas que se crucen él o ella. Si uno utiliza su tiempo para conseguir cosas materiales utiliza su tiempo en vano, porque las cosas materiales que uno realmente necesita, llegan solas si se confía en que van a llegar. Pero uno no puede saber que es lo que le va a llegar, porque por general los humanos confundimos lo que necesitamos con lo que nos dicen que necesitamos o por lo que creemos que necesitamos. La vida puede ser muy fácil de vivir si uno simplemente acepta las cosas que le suceden como lo que uno necesita en ese momento. Lo que necesitamos puede ser millones de cosas desde un golpe en la cabeza  o ganarnos una rifa hasta que nuestro cuerpo muera. Pero las cosas no funcionan si uno se queda sentado en la puerta de su casa esperando que le llueva comida, para empezar no hay que olvidarse de dar, no solo cosas sino todo nuestro ser. Suena difícil y  es difícil, pero a medida que uno lo práctica resulta cada vez más sencillo. En este camino, hay varios “peligros” o tentaciones que debemos esquivar, sean materiales o no. Las cosas materiales pasaron a ser la gran distracción de la actualidad, el creer que vamos a estar mejor teniendo más o mejores cosas, el consumo es el ídolo que se adora en estos tiempos. Siempre queremos algo más, todo para callar a ese “yo” espiritual que nos pide que le brindemos nuestra energía en lugar de gastarla en conseguir el dinero para poder seguir consumiendo. ¿Qué pasaría si algún día no tuviésemos nada de lo que tenemos? Si uno cree que seria infeliz, debería ir acostumbrándose porque de acá no nos llevamos nada. Nos enfermamos por orden de nuestro “yo” espiritual que al ver que nuestra vida esta malgastándose intenta llamar la atención a través de nuestro cuerpo, y si no oímos sus avisos, que por lo general son varios, abandona el cuerpo como quien se le esta incendiando la casa. Cuando nos enfermamos, tenemos que cambiar para curarnos, no solo nuestras costumbres alimenticias, sino cambiar el rumbo de nuestra vida. Si uno está realmente de espíritu (no solo en apariencia), dando todo a los demás y siendo la mejor versión de uno mismo, difícilmente se enferme, claro que puede morir, que en estos casos no sería mas que un premio, una misión cumplida. Si le tenemos miedo a la muerte es porque algo no estamos haciendo bien en la vida, por lo general es porque estamos siguiendo a nuestro ego que nos inventa necesidades en lugar de abrir los brazos para recibir todo lo que necesitamos. Si uno cree que las cosas le salen mal, o que tiene una especial mala suerte, no es más que un problema de aceptación de lo que nos toca. “Estoy meado por un dinosaurio” me dijo hace poco un amigo que venía de pasar una serie de eventos desafortunados, en realidad tuvo una serie de oportunidades de aceptar lo que le tocaba  que el despreció quejándose de ellas. Probablemente si el primer hecho de la lista hubiese sido tomado con aceptación y humildad, sin sentirse “ofendido” con el universo, el segundo hecho jamás hubiese existido. ¿Qué sucede por ejemplo con la gente que vive en malas condiciones o en la pobreza absoluta? Para mí ahí es donde se ve mas claro lo que nuestro egoísmo genera, no solo esto, el sistema en que vivimos necesita de ellos como fuente fundamental de energía para que sigamos consumiendo. En las villas y zonas excluidas está el reflejo de cómo esta la sociedad hoy en día, esos lugares existen porque hay demasiados egos queriendo cosas y conciencias dispuestas a saciarlos. Aunque en general la gente vive con más solidaridad en lugares pobres que en lugares de ricos. Donde hay menos cosas hay mas conciencia, porque difícilmente haya lugar para ambos. Si se acumulan cosas es mas que nada por falta de conciencia. Que equivocados estamos cuando pensamos que con políticas o estrategias económicas vamos a resolver algo, porque cuando pensamos que resolver algo es ampliar el margen de consumo de la población estamos errados. ¿Cómo va a ser algo bueno que más población se sumerja en el mar consumista y cegador?  Al contrario, un buen gobierno bajaría los niveles de consumo, no obligando a la gente sino convenciéndola, diciéndoles la verdad. Si todos diéramos todo, probablemente nadie tendría más que nadie, no por obligación, sino por voluntad propia. Con “dar todo” me refiero a dar todo, y se puede empezar dando lo que no se este utilizando en este momento, pero si se alcanza un nivel mas alto de fe en el universo, uno puede dar todas sus pertenencias, ya que si uno “vibra” con fe no va a tener necesidad alguna. Pero debemos ser todos, si uno solo no lo hace la armonía se rompe. El comunismo nunca funcionó, entre otras cosas, porque los gobernantes siempre tuvieron más que el resto. El capitalismo da rienda suelta a unos pocos egos que quieren mucho y lo tienen, seguidos de unos egos que también quieren mucho pero tienen poco, entonces viven en desgracia, haciendo todo lo posible por tener un poco mas. Si tienen las herramientas y conocen las artimañas para generar dinero dentro del sistema lo hacen, sino agarran un arma y lo toman de otro modo. De hecho se llegó al punto de que se consume sin siquiera quererlo, sino de manera automática. Cuando tenemos algo guardado porque creemos que lo necesitamos o que en algún momento lo vamos a necesitar, probablemente le estamos negando una necesidad real a otra persona, que precisa eso en este preciso momento. Todo este egoísmo lo podemos ver demostrado físicamente en nuestro planeta, que se degrada día a día, no por casualidad esta degradación creció palmo a palmo con idealización del consumo. Así vamos mal, se nota en el malestar de la gente, en el malestar del planeta y en el bienestar de los egos. La ecuación de cambio es muy simple, no querer nada, dar lo que se tiene y aceptar lo que nos toca. Estoy profundamente convencido de que si uno vive así esta en el camino correcto, pero esto no es un sálvese-quien-pueda como el mundo capitalista-consumista, al contrario lo más importante de todo es ayudar y dar todo para que todos veamos el camino, y de la mano caminemos para el mismo lado. El día en que los ricos y los que quieran tener cosas sean los marginales, vamos a estar en el umbral de la era del nuevo hombre.