domingo, 20 de julio de 2008

Demasiado jóvenes para morir

Hay muchas cosas que nacen condenadas a muerte. Son creadas con el sólo objetivo de ser desechadas. Un vaso descartable lleva la muerte hasta en su nombre, su destino es único y siniestro: ser usado y tirado. Cantidad de sorbetes son desnudados, besados y tirados en todos los pubs de la ciudad sin que nadie reaccione ante ello. La tortura que sufren los desodorantes, quienes son apretados hasta que largan todo lo que tienen adentro es terrible. Si una lata de cerveza tiene suerte puede pasar a ser de colección, pero esto en general le pasa a las que tienen pasaporte europeo. Las cajas de fósforos son pequeñas cárceles con delgados reos condenados a la pena de muerte, los más atrevidos que se colocan a la vista son los primeros en morir. También hay objetos que sin bien no son condenados a la pena máxima sufren de una reclusión perpetua, como los árboles de navidad quienes tienen el beneficio de una salida transitoria al año. Hay muchos sobretodos que pasan años sin ver la luz, ni que hablar los álbumes de fotos, en especial aquellos que tienen como compañeros de celda a los retratos de gente que se porto mal. Hay quienes dicen que al papel higiénico lo engañan, hasta el momento de su envasado, con el cuento de que son servilletas. Por eso terminan teniendo una imagen un tanto distorsionada de los rostros humanos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hay, hay, hay...pobre sorbetes!