La muerte es un
temblor en todo el cuerpo, la salida del alma genera una gran convulsión en la
carne. La deja vacía de energía vital, lista para ser reciclada por la
naturaleza. Desde un rey hasta un mendigo, todos somos futuros abonos para la
tierra. Aunque embalsamen nuestros cuerpos, porque tarde o temprano algún
explorador va a encontrar nuestra momia. El paso hacia dejar el cuerpo es lo
último que sentimos estando dentro del cuerpo. Nos recuerda a nuestra entrada
en el embrión, la cual ya olvidamos, como todo lo que vino antes. Pero cuando
dejamos la carne dejamos el velo, dejamos el olvido que nos provoca tener un
cuerpo. Despedimos la carne, la dejamos tatuada, panzona o arrugada, eso no
importa, es solo carne. Y carne hay mucha y en constante renovación. La muerte
es el abandono hacia algo nuevo, buscar otra carne, o otra forma física o
simplemente permanecer en lo inorgánico, lo incorpóreo. La muerte es un temblor
porque muchas veces no avisa, como la tierra cuando tiembla, nuestro cuerpo se
va preparando para temblar sin que lo notemos. Un terremoto nos libera de la
gravedad del cuerpo. Debemos despegarnos de los deseos, las cosas y las
personas, despegarnos de todo con lo que nos identificamos siendo un cuerpo.
Porque aferrarse a algo es cuestión de cuerpos, en el mundo intangible uno no
se puede aferrar a nada, pero al mismo tiempo es parte de todo, no solo está
aferrado sino que es incorporado al todo. Los miedos, los rencores, el
sufrimiento son inventos de nuestra época de cuerpo, una vez que lo dejamos nos
damos cuenta de que fuimos engañados por la carne y volvemos a ocupar un cuerpo
para mejorar, y lograr que las conciencias florezcan dentro de la carne, y
seamos quienes realmente somos cuando no tenemos cuerpo. Lo intentamos varias
veces, todos estamos en distintas etapas de nuestro intento por florecer dentro
del cuerpo. No es fácil, el mundo está gobernado por seres que no quieren que
nos demos cuenta de nuestro real potencial como seres de luz. Tientan a la
carne, para que se haga poderosa y nos domine. La comodidad, el
entretenimiento, la mala alimentación y tantas otras cosas que hacen que
prestemos nuestra energía a nuestra parte física y dejemos de la lado al
alma. Nos olvidamos que hacemos y simplemente
dejamos que la carne haga lo que quiera. Estamos aprendiendo, a veces no es
fácil discernir entre la carne y el alma. Un temblor nos unió y un temblor nos
va a separar, mientras tanto vivíamos en la carne desde el alma.
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